El
pasado domingo tuve la oportunidad de asistir a la sala Nezahualcóyotl donde la
Orquesta Filarmónica de la UNAM bajo la dirección de Jan Latham-Koenig,
interpretó la Sinfonía no. 5 en do menor, op. 67 de Beethoven.
Con las
emociones a flor de piel, vinieron a mi mente una serie de reflexiones respecto
a cómo este genio musical, estaba resuelto a elevarse por encima del
sufrimiento provocado por su sordera enfrentándose a su destino, e inclusive
cuando sus biógrafos afirman que estuvo de poner fin a su vida y que solo el
arte fue lo que lo sostuvo.
Tuvo que
aceptar su sordera a mediados de su época heroica y a pesar de esto, se sabe
que su talento nunca disminuyó. Cuando compuso esta sinfonía ya estaba llegando
a los 40 años y había entrado ya en un imparable proceso de “furia creativa”.
En 1808
Beethoven compone la colosal Quinta Sinfonía. Esta sinfonía destaca
principalmente por la construcción de los cuatro movimientos en base a cuatro
notas, las cuales nacen con el primer compás conocido popularmente como
"La Llamada del Destino". Por esta época su febril creación, hace que
el mismo año aparezca la Sexta Sinfonía en fa mayor, conocida como “Pastoral”,
cuyos movimientos evocan escenas campestres.
La
Sinfonía nº 5 de Beethoven es una de sus más importantes y una de las obras
clásicas más populares. También se le llama la Quinta de Beethoven, la Sinfonía
del Destino, la Llamada del Destino. Fue terminada en 1808 y estrenada en el
“Theater an der Wien” el 22 de diciembre del mismo año, dirigida por supuesto
por su creador, el maestro Ludwig van Beethoven.
Como el
mismo lo afirmó: “me parecía imposible abandonar el mundo hasta haber realizado
todo lo que yo sentía que estaba llamado a producir”.
Cabe
mencionar que a pesar de haber quedado totalmente sordo pudo convertirse en un
gran músico y extraordinario compositor para poder crear su obra magna.
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