Blog Arte, entrada # 10
Gabriela Monroy Yurrieta
Estética y Apreciación del Arte
Jackson
Pollock: Mural
Mayo 4, 2018
Jackson Pollock: Mural.
Paul Jackson Pollock nació el 28 de enero de 1912, en
un pueblo de Wyoming llamado Cody, en un medio rural y poco educado. Fue el menor de cinco hijos de un matrimonio
mal avenido, con un padre ausente y una madre sobreprotectora y dominante. Como
consecuencia de esto, el joven Pollock se aficionó al alcohol a una edad muy
temprana. Tuvo como mentor y profesor a
Thomas Hart Benton, quien celebró su acercamiento al arte nativo
norteamericano, del que se dejó influenciar tanto por su temática y su
composición cerrada como por el uso de arena y polvo de vidrio. La inclusión de estos materiales le dio una
de sus primeras características distintivas y le permitió, desde el principio,
el reconocimiento de personalidades como Peggy Guggenheim.
Pollock fue influenciado, en sus inicios, por dos leyendas mexicanas:
José Clemente Orozco, de quien adoptó la fuerza expresiva, y David Alfaro
Siqueiros, a quien conoció en un taller experimental en Nueva York sobre nuevas
técnicas y materiales para la expresión visual y animaba a sus estudiantes a
emplear el aerógrafo, pinturas y materiales sintéticos, entre otros. Utilizaba
también salpicaduras y goteados para dar soluciones más originales e ingeniosos
a sus obras, a esta técnica la llamaba el “accidente controlado”[1], y fue
lo que habría de convertirse en la columna vertebral del trabajo de Pollock. El
espacio-energía Pollock lo advierte, ciertamente, en los muralistas mexicanos,
sobre todo en Orozco, pero más aún en Picasso. Los ritmos y trazos gestuales
del Guernica y su carga expresiva pronto se vieron reflejados en el
propio trabajo, específicamente en obras como el Mural.
Al
respecto, Juan Bosco Díaz Urmeneta comenta: “Nueve años antes de que Pollock aceptara el reto implícito en el encargo de
Peggy Guggenheim, un pensador americano, John Dewey,
publicó El arte como experiencia. No creo que Pollock lo leyera, pero el
Mural realiza lo que el libro propone: una nueva experiencia, esto es,
una nueva relación con el medio. Por eso el Mural requiere al cuerpo y
por la misma razón, fija una segunda resistencia: no se rinde a la palabra”.[2]
Pero
no fue sino hasta que se enfrentó al enorme lienzo de dos y medio por seis
metros, comisionado por la mencionada Sra. Guggenheim, que Pollock encontró su
esencia. Mural es el parteaguas de su
carrera como pintor, pues se considera que a partir de esta creación su trabaja
no volvió a ser figurativo. Esta
monumental pieza puede ser apreciada tanto de cerca -por sus texturas y
colores-, como de lejos -para gozar de su ritmo compositivo y estructura
armónica-, ambos como reflejo de su propio arte de creación. El ritmo que recorre al cuadro con líneas
curvas y ondulantes que suben y bajan, sugiere la danza y permite observar la
vehemencia que absorbió a Pollock mientras lo realizaba. Las formas por momentos sugieren cabezas,
pero la línea se pierde cuando principia otra; uno creería reconocer cuerpos,
pero la contigüidad de los trazos nos lleva a recorrerlos uno y otro a una
velocidad vertiginosa y constante. Esto
es lo que el Mural tiene en común con
sus siguientes trabajos: la constancia en la composición, en la que nunca una
línea o un color, una salpicadura o un movimiento, será más relevante y
protagónico que otro.
[1] Romero, Laura. 2015 “La ciencia detrás de la
pintura accidental de Siqueiros”. Gaceta
Digital UNAM, 17 de agosto.
[2] Díaz
Urmeneta, Juan Bosco. 2016 “Las dos resistencias del Mural de Pollock”. El País, 30 de junio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.