Contemplando la Alameda en una fortuita tarde mexicana....
El tiempo pasa y la vida con ella, no hay nada que podamos hacer para detenerla, alentarla o acelerarla, y pasa ya porque no vuelve.
Pasan las olas, los ríos, los pájaros, las flores los árboles dan fruto, pasan las palabras, los incidentes, pasa el movimiento, pasa y no retorna.
La vida adquiere forma, a veces concreta, a veces fugaz; a veces dinámica y a veces reposa.
Qué es la forma sin el ser que la interpreta, una figura delimitada por una sustancia. Qué es la forma si no se le cuelga un contenido, es forma carente y vacía.
Qué sentido tiene si pasa y no la miro, pasa y pasa ya sin testigo sin dejar una huella, pasa pero sin pasar, nunca existió.
La vida no es un terreno abierto pero sí uno que invita, que incita. No hay ventaja pues todas llevan al mismo camino.
La vida sin contemplación es forma sin contenido, es vida vacía, sin sentido.
Aquel que carece de autoridad en su vida, aunque sea suya, cuando se es incapaz de dirigirla resultara caótica por su incapaz de mando.
La vida es el camino pero la contemplación es la luz, vivir sin contemplación es vivir en la oscuridad más profunda.
La vida nos lee cuando la contemplamos, nos interroga, nos seduce; desafía nuestra capacidad de hacer conciencia, de cuestionarnos sobre las decisiones que tomamos, sobre los ámbitos en donde hemos elegido pasarla, gastarla, usarla y sin embargo, la vida en sentido estricto no produce nada solo es o no es plenitud.
La vida nos regresa siempre la pregunta "¿estás a la altura de este tiempo?"
La vida te interpela, te requiere, te solicita ¿la escuchas? ¿has reflexionado con seriedad? Solo cuando contemplas la escuchas, la miras, la examinas... ¿O te has negado el acceso a su sabiduría?
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