Blog, entrada # 3
Gabriela Monroy Yurrieta
Estética y Apreciación
del Arte
“El fracaso de la razón
fría ilustrada” de
Carlos Díaz
Febrero
23, 2018
El
artículo El fracaso de la razón fría
ilustrada de Carlos Díaz Hernández, fue publicado en el No. I de la
revista de Filosofía Reflectio, correspondiente
al semestre enero- junio 2012 y editada por la Universidad Anáhuac.
Dicho
artículo parte de la premisa de que la sociedad contemporánea atraviesa por una
crisis de identidad de naturaleza nihilista.
A decir del
autor la deconstrucción de la realidad tiene su origen en el fracaso de la Ilustración,
la cual, resume el autor, se caracterizó:
a) Por situar al ser humano (Prometeo, Adán) en
el centro del discurso sobre la realidad (ya fuera ésta personal o colectiva).
b) Por Exaltar la idea de progreso, la cual quedó
estrechamente ligada a las nociones de “educación” y “ciencia”.
c) Por exaltarse a sí misma.
d) Por la primacía de la razón sobre todo orden
simbólico, mistérico, religioso.
e) Por su propensión al hedonismo y al
epicureísmo.
En esencia, la Ilustración
asumió el rol de disidente, de progresista y hasta de izquierda, si bien, dice
el autor, estos y otros vocablos que usó como ropaje fueron perdiendo su
sentido hasta quedarse como categorías conceptuales de uso arbitrario.
Pero, lo que ha
constituido su mayor fracaso ha sido su incapacidad para lograr la felicidad.
Esto último se
constata en el apartado intitulado Los
cuatro apocalípticos jinetes de las promesas incumplidas, en el cual ofrece
una descripción más o menos pormenorizada, o más bien prolijamente
ejemplificada de cada una de esas promesas no cumplidas. Siendo la primera de
ella la imposibilidad de saberlo todo, pues el individuo ni consigue el autoconocimiento,
así como tampoco el conocimiento de lo externo, a esta realidad la refiere como
“la trasgresión culposa de nuestros proto padres” a quienes también adjudica el
deseo de que la omnisciencia no representara esfuerzo o complicación alguna.
Mientras que la
segunda promesa ilustrada incumplida es la que conlleva al individualismo, es
decir, la promesa de conocer, cuando en el mejor de los casos el sujeto sólo
lograr una parcial autoconciencia en tanto se concentra en sí mismo, lo cual le
priva de la posibilidad de conocer al otro y por consiguiente imprime su
existencia de una actitud solipsista, misma que ejemplifica a través de la
metáfora sobre Narciso cuando afirma que “Narciso habiendo convertido su propio
cuerpo desnudo en signo de interrogación”[1]
y que el autor considera un claro signo de “enfermedad terminal” en tanto hace
evidente la crisis asociativa o, si se prefiere, la falta del “nosotros”
social.
En opinión del
autor la tercera promesa incumplida es la falta de confianza, en tanto que el
uso que el hombre ha hecho de su razón le ha llevado a convertirse en un
“calculador”, en tanto que en el fondo siempre anda en busca de “su interés”.
Mientras que la
cuarta y última de estas promesas incumplidas lo constituye la superstición de
la razón, es decir la usurpación que la razón ha hecho del espacio que ocupaba
la fe, en tanto que la razón cree en sí misma al grado de caer en el exceso de
producir sus propios dogmas.[2]
El autor termina
por redondear su idea sobre la “frialdad” de la razón al referirse al método
cartesiano de orden matemático, el cual rechaza toda experiencia sensible.
De esto anterior
se desprenden su preocupación por un retorno a las relaciones amorosas, las
cuales, en su entender, que es una relaboración matizada del Juan Rof Carballo,
se cimienta en la convicción de que nadie puede amar sino ha recibido antes
amor, de ahí su punto de vista de que es en la primera infancia, en la relación
materno filiar que se recibe o no dicha “capacidad”.
En palabras de
A. Motagu con las que parece identificarse plenamente este autor “El único modo
de aprender a amar es siendo amado”.
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