Caravaggio nos muestra en su obra una constante entre lo luminoso y lo tenebroso, comenzando por sus personajes que representando lo sagrado, fueron sacados de lo profano: tabernas y prostíbulos.
Este juego de luces y sombras, no pretende destacar ninguno de los matices en particular, sino complementarlos con un barroco crudo, creando así un estilo muy particular.
Refleja la propia vida del autor, que oscila entre lo sublime y lo terrible, así como de la época misma en la que vive, y también de la naturaleza propia de la humanidad.
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