En torno a una estética del deporte

En torno a una estética del deporte

Así como todo buen artista debe desvelarnos la auténtica
naturaleza de las cosas, aspirando a cambiar la realidad;
el deporte en su conjunto, como movimiento artístico, debe
señalarnos el genuino funcionamiento de la realidad social
y aspirar a regenerar el mundo.
Aunque el término estética tiene varios significados especiales, en el contexto de las ciencias sociales se emplea
preferentemente para designar el conjunto de investigaciones que están relacionadas con las artes. Estética es el estudio
del comportamiento y la experiencia del hombre al crear arte, al percibir y comprender el arte y al ser influido por
el arte. El arte es el medio que promueve una fusión del individuo con el todo, el hombre para rebasar los límites que le
impone la individualidad y convertir a ésta en social tiene que apropiarse de otras experiencias que le atraigan poderosamente
y así poder compartirlas y sentirlas con los otros seres. La estética mantiene una estrecha relación con el arte
a través de la belleza, el agrado, la armonía y las emociones que provoca una obra de arte; el gusto es el instrumento
que poseemos para que una obra de arte nos agrade o desagrade, nos emocione o no, y en función de esas íntimas e
intransferibles sensaciones emitamos un juicio estético sobre aquello que observamos. El deporte es una manifestación
humana que se constituye en una obra de arte en cuya naturaleza subyace el espectáculo deportivo que concita enormes
muestras de agrado, emoción y adhesión en casi todo el orbe, configurando por derecho propio un arte deportivo y,
en consecuencia, una genuina estética deportiva.

I
Desde el punto de vista histórico, muchas han sido las civilizaciones que han considerado al modelo del cuerpo
y sus manifestaciones corporales como un valor estético de primera categoría. Incluso en algunos pueblos primitivos se
ha valorado más la belleza plástica que la eficacia en las prácticas lúdicas agonísticas. En nuestra época, el deporte se
decanta indefectiblemente por el rendimiento, en detrimento de la belleza, ya que la belleza deja indiferentes a la mayoría
de practicantes y espectadores, la admiración se dirige sobre todo a la eficacia y al poder corporal y mental, valorando
con exclusividad el triunfo por encima de cualquier otra consideración de orden estético.
En el momento de analizar bajo el calidoscopio de la estética el deporte institucionalizado, surgen los primeros
interrogantes: ¿por qué se da una adhesión masiva del público al espectáculo deportivo y a la práctica del deporte?,
¿por qué existe ese enorme interés por los grandes acontecimientos deportivos: Juegos Olímpicos, Campeonatos del
mundo, Juegos Panamericanos, Torneos de Tenis, etc.? Porque el deporte es ante todo un relato épico, una bella historia,
en la que se entrecruzan la emoción, la imaginación y la magia inherente en él.
Pero, ¿por qué es una bella historia? El deporte es bello en sí y por sí –Pierre de Coubertain, restaurador e impulsor
de los Juegos Olímpicos modernos, osa dar la afirmación ontológica del deporte como belleza en el primer verso
de su Oda Olímpica que dice así “¡Oh deporte!, tu eres belleza”–, pero no es bello en virtud de algo externo por lo que es
preciso definir la naturaleza de su estética. La estética del deporte consta de dos partes: en primer lugar es una estética
de la comunicación –¿qué hay de bello en el deporte?, ¿qué nos atrae?–; en segundo lugar es una estética de la creación
–¿dónde está la obra?, ¿y el autor?, ¿en qué reside la originalidad de la obra?


La esencia de la belleza del deporte comprende el orden, la proporción, la simetría, la armonía ... que son fundamentalmente
interacciones que no pueden ser identificadas únicamente por los sentidos, éstos no son más que agentes
que actúan a través del espíritu. Por tanto no son los sentidos, sino que es el espíritu el que aprehende la belleza y el
que posee la experiencia de la estética del deporte.
El deporte es un espectáculo en el que el deportista se comunica con los espectadores poniéndose a prueba en
un conflicto con otro deportista de similar nivel competitivo que desarrollan tareas parecidas y en el que el papel de las
expectativas juega un cometido importante. Si analizamos las estructuras racionales que fundamentan la estética del
deporte con la comunicación y la creación, descubrimos lo siguiente:

II
El deporte es una manifestación que posee un aspecto plástico y coreográfico formidable. En los espectáculos
deportivos el espectador puede contemplar una agradable combinación de actitudes, movimientos, formas y colores que
proporcionan indudablemente un efecto estético espectacular y por tanto bello y agradable. Se trata del placer externo
de las sensaciones.
El deporte es una actividad que promueve un código ético definido. La práctica del deporte o el espectáculo
deportivo conllevan en su currículum oculto los valores del deporte que corresponden a los valores de la Modernidad:
trabajo, esfuerzo, disciplina, respeto, igualdad, sentido de equipo, espíritu ganador, aceptación de la derrota, superación,
progreso, récord, etc. El deporte forja el carácter de los deportistas e inculca los valores que conlleva el deporte.
La competición produce excelencia, induciendo a los deportistas al esfuerzo, la superación, el progreso y la marca personal,
muestra los límites y las potencialidades de cada cual y proporciona la seguridad y autoestima necesarias para
el crecimiento personal. El deporte como microcosmos de la realidad social, si es interpretado correctamente, puede
convertirse en un excelente laboratorio lúdico que prepara para la vida.
El deporte es una práctica humana y civilizada. El deporte es una manifestación humana practicada por deportistas
y seguida con expectación por los espectadores que se fundamenta en un conflicto competitivo en el que
la agresividad y el esfuerzo extremos deben compatibilizarse con el respeto a las normas y a los rivales en pos de la
victoria. Los valores humanos resurgen en el conflicto deportivo y también la degradación de los mismos cuando el
encuentro o la competición se degenera. El deporte goza de un instrumento original que nace en sus orígenes durante
la Inglaterra dieciochesca que es el concepto de deportividad –fair play–, que fue creado inicialmente por la
burguesía introductora del deporte como una ideología defensiva que utilizaron en el proceso de civilización de los
brutales juegos colectivos practicados por las clases bajas con particular rudeza y peligro y que precedieron a los
juegos deportivos actuales. Es un placer moral observar las conductas humanas notables en los lances del juego al
margen del propio convencionalismo de la competición. La racionalización de los juegos tradicionales, que luego fueron
transformados en deporte, la elaboración de normas estrictas que reglaron el deporte para reducir la agresividad
y violencia del juego, el fair play y las conductas humanas ejemplarizantes que se dan en los encuentros humanizan y
civilizan al deporte.
El deporte presenta un aspecto racional y especializado. El conflicto deportivo destila un placer para los entendidos
que disfrutan mucho más que el lego de las acciones concretas y especializadas que allí se observan. Desde el
punto de vista técnico, el juego se reconoce mediante los ángulos, las líneas, las trayectorias, los espacios y las situaciones
de equilibrio y desequilibrio. Desde el punto de vista táctico, las acciones colectivas e individuales previamente
trabajadas y consensuadas se sincronizan para controlar el ritmo de juego y dominar los espacios clave. La estrategia
consiste en la gestión, control y explotación de los recursos humanos, cognitivos, psicológicos, materiales, comunicativos
o financieros que cada equipo utiliza para lograr la victoria. Es la belleza de la técnica, la táctica y la estrategia que,
de forma independiente y a la vez integrada, proporcionan un placer exclusivo al conocedor y al experto.

En el deporte encontramos buenos niveles de imaginación, ingenio y creatividad. Es la estética de la creación
del deporte. A pesar de los peligros que acechan al desarrollo espontáneo del espíritu creativo en la concepción y práctica
del deporte –desludificación, trascendentalización, mercantilización, sensacionalismo, especialización, robotización–,
en el deporte existen altos niveles de imaginación y creatividad. La personalidad, el estilo, la autoridad moral, la capacidad
de imponerse y la autoridad moral de un campeón en el terreno de juego son una muestra constante de creación. El
estilo es la originalidad propia e intransferible que muestra un jugador en el momento de efectuar las acciones técnicas
del juego, la autoridad moral y la personalidad se expresan mejor en el campo de la táctica y de la estrategia. También
debemos contemplar la creatividad colectiva en la que participan todos los integrantes del duelo deportivo, en éste el
resultado no se puede prever y la incertidumbre envuelve el ambiente en torno aun conflicto generado entre adversarios
enfrentados con el fin de obtener algo fuera de los propios contrincantes: la victoria. En cada encuentro deportivo se
asiste a un acontecimiento único e irrepetible que genera una nueva y original obra deportiva, es decir una auténtica
obra de arte.
En el deporte se articula una utopía social hecha realidad: la sociedad sin clases. Es la estética de la igualdad
que se pone de manifiesto en las demostraciones deportivas en las que se ensaya una sociedad sin clases ni distinciones.
En los estadios y canchas deportivas se produce continuamente un milagro social, ya que se construye una insólita
convivencia entre los diversos estamentos socioeconómicos de la sociedad que participan del espectáculo deportivo.
Cada grupo social ocupa su lugar en el estadio en función de su estatus y su posición económica (laterales, goles, tribuna
inferior y superior, palco de autoridades) y todos juntos animan, sufren, disfrutan, ganan o pierden con el equipo
deportivo que representa al club, la ciudad, al país o a un colectivo determinado. El espectador deportivo no es únicamente
un consumidor de espectáculo, a diferencia de un melómano o un cinéfilo, él forma parte del espectáculo. En la
estética de la igualdad se aparcan momentáneamente las posiciones y diferencias de los participantes, se socializan las
emociones y se propicia la participación deportiva igualitaria y equitativa por encima de cualquier consideración étnica,
religiosa, social, económica o ideológica.
III
Sin embargo, es lo trágico lo que constituye la categoría estética esencial del deporte. Seres finitos en la finitud
de un campo de juego, pretenden imponer su voluntad infinita en una contradicción inevitable de deseos. Surge la violencia,
es una violencia ritual que respeta generalmente la regla de juego, la muerte es simbólica, se ha perdido, se ha
sido eliminado, la muerte de uno de los participantes o equipo es inevitable; pero el vencido realmente no muere, su
vida le ha sido restituida para que pueda ofrecerla en una competición ulterior. El deporte es una tragicomedia que se
presenta festivamente en un ambiente catárquico.
El deporte esencialmente es un espectáculo que consiste en un conflicto no cruento en el que los deportistas
activos (los actores) y los deportistas pasivos (los espectadores) comparten una intensa emoción deportiva producto del
drama generado por el juego y sus circunstancias. El combate lúdico que está estrictamente codificado por reglas y controlado
por jueces, concluye con la designación de un vencedor (aleatorio entre los diversos participantes que luchan,
desde un plano de igualdad teórico, pero no real, por la victoria) cuyo triunfo es formulado por superioridad cuantitativa
(puntos, kilos, segundos, metas, goles...), el cual se obtiene mediante el desarrollo máximo de las capacidades musculares
activas.
La tragedia deportiva no se confunde con la tragedia teatral, en la que invariablemente se dará siempre el mismo
resultado. En el deporte, el jugador y el equipo crean su propio texto y el público espera en cada momento una nueva
iniciativa y un desenlace distinto. La idea de libertad sustituye a la idea de destino, fatalmente alguien debe morir pero
no resulta fatal que uno tenga más probabilidades que otro, de aquí surge el concepto de apuesta y de pronóstico que
nacieron con el nacimiento del deporte y que les ha acompañado hasta el momento presente.

Los clubs deportivos y las federaciones constituyen las organizaciones básicas y genuinas del fabuloso entramado
del deporte. No obstante, por el hecho de transcurrir en el tiempo, las competiciones deportivas, organizadas y
gestionadas por toda una burocracia genuinamente deportiva, constituyen las epopeyas del deporte. El récord, la hazaña
y el éxito deportivo se amplían y proyectan al entorno social y cultural a través de la prensa y la literatura; el lirismo
prolonga la epopeya. De esta manera, en el deporte surgen, al igual que en las civilizaciones primitivas, los mitos y las
leyendas avalados por el dato estadístico y el récord, que son los símbolos de nuestra era. Por esta vía el deporte desborda
su propia institución transformándose en poesía y es ahí donde alcanza el punto más elevado de la estética del
espectáculo deportivo.
La institución deportiva nace del desarrollo y de la sistematización de lo trágico. La necesidad de prodigar y
explotar los conflictos deportivos para que generen emoción, imaginación e incertidumbre conduce obligatoriamente
a la construcción de diferentes sistemas de competición: campeonatos, torneos, copas o sistemas de play-off con el
fin de proporcionar excelentes tragedias deportivas que en el transcurso de su desarrollo se conviertan en auténticas
epopeyas del deporte: los Juegos Olímpicos, el Tour de France, el torneo de las Seis Naciones de Rugby, el Campeonato
Mundial de Fútbol, el play-off final de la NBA o el Campeonato Mundial de Automovilismo por nombrar algunas afamadas
competiciones deportivas de gran audiencia. El deporte de esta manera es un bello relato épico que resurge de la
tragedia deportiva.

El deporte es una metáfora de la sociedad que lo hace posible, sin embargo la obra deportiva cautiva de manera
distinta al participante y espectador de lo que cautiva la realidad social, ya que en la contemplación y participación de
una obra deportiva se rompe temporalmente con las ataduras de la realidad; y en este agradable secuestro emocional
radica la clave del placer y adhesión que proporciona la práctica y el espectáculo deportivo. De ahí nace el principio esté-
tico fundamental del deporte.
Javier Olivera Betrán

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