La forma de lo amorfo, como lo relata Martin Jay, en: "El modernismo y el abandono de la forma", se visualiza perfectamente en el abrazo de Joan Miró a su propio niño.
Se permite Miró un viaje a su subconciente, y en el Surrealismo puro, encuentra colores, formas, y temáticas que hacen sentido, precisamente porque no le buscan ninguno.
Ya no es el mimetismo del ojo hacia el exterior, y la habilidad de replicar la realidad lo que se considera arte en la era industrial; ahora, arte es lo que con la personalización del ojo hacia el interior, permite atreverse a ser simple y llanamente uno mismo.
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