¿El arte para las personas o las personas para el arte?


    Es evidente que el arte existe y existe tanto para el artista como para el espectador pero también para aquel que no tiene ningún tipo de interés particular en la obra o en el arte mismo. 

    A través de las diversas manifestaciones artísticas los seres humanos no sólo se expresan a sí mismos sino que dejan a través de la cultura un legado que perdura por generaciones y aunque este legado no siempre es consciente va quedando en la cultura de una sociedad determinada. Así, la música forma ya parte de la vida del ser humano como lo hace la literatura, la pintura y la escultura por mencionar sólo algunas. Parece ser sin embargo que las grandes obras son propiedad de los museos y quedan reducidas a los espacios que han sido determinados para ello. Esta situación beneficia sin duda su conservación y cuidado, sin embargo, ¿no aleja a la obra de arte de la mayoría de las personas? ¿no contradice esto la idea misma del arte como medio de expresión?

    Los grandes muralistas plasmaron su obra para que no fuera recluida intencionalmente para la mayoría de las personas. El mural de Juan O'Gorman en el edificio de la biblioteca de la UNAM es quizás uno de los más representativos y que está para disfrute de cualquiera, las paredes no lo encierran sino que lo proyectan al infinito visual de cualquier persona, pueden así admirarlo ricos y pobres, letrados o ignorantes. Lo mismo sucede con los murales exteriores del Polyforum cultural Siqueiros (que resguarda en su interior el mural más grande del mundo "La marcha de la humanidad").

    Del muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, leía hoy por la mañana precisamente la siguiente noticia en el periódico: "Agoniza un Siqueiros"(Periódico Reforma edición digital. Sección cultura, México, 31 de Octubre de 2016). El Mítin obrero, obra del autor mexicano y que se encuentra ubicado en Los Angeles California "se ha resistido a la desaparición durante ocho décadas" dice el artículo.  Abandonado y olvidado, la obra plasmada en la fachada de un edificio parece agonizar ante la mirada de aquellos que lo ven como parte del paisaje urbano (casi como un grafiti más de la ciudad) y que la misma cotidianidad y la falta de reconocimiento público parece que lo condenan la muerte lenta de un deterioro inevitable.

    El arte para las personas necesita a las personas para que conserve su finalidad, es un binomio inevitable. El valor de la obra artística sobrevivirá en la medida en que las personas y no los museos  le concedan su lugar. 

   La riqueza del ser humano no está en sus monedas sino en sus valores morales, artísticos, culturales y para preservarlas no hacen falta bóvedas de seguridad sino educación y sensibilidad.



El Mítin del Obrero.
David Alfaro Siqueiros, 1932
Los Angeles California


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