Día a día se hace vigente, de manera cada vez más irresistible, la
necesidad de apoderarse del objeto en su más próxima cercanía, pero en imagen,
y más aún en copia en reproducción. – Walter Benjamin.
La obra de arte, como un medio de
comunicación, no es exclusiva y única de la persona, sino que es universal, por
lo que se puede reproducir. Así, el hombre repite lo que otro hombre ha hecho
anteriormente. Con esta reproductibilidad, la obra deja de ser única y
auténtica.
Esta idea de reproducir las obras
de arte comenzó a partir de la intención por difundir creencias religiosas, y
posteriormente en las escuelas y academias para la formación de nuevos artistas,
que se acrecentó con el desarrollo de la imprenta en el siglo XV.
El aura es el poder que posee una
obra de arte para generar en las personas sensaciones y emociones, haciéndola
única, aunque siempre apegada al sentido estético.
En la época del desarrollo
tecnológico, las personas han buscado acercar el arte a las masas, y, si bien
es cierto que esto ha permitido la apertura y su difusión, estas reproducciones
han hecho perder el aura de las obras.
La tecnología salió al camino de los que estaba solicitando la gente. –
Walter Benjamin.
Así ha ocurrido con la imprenta,
la litografía, la fotografía y el cine. ¿Se podrá recuperar el aura o
permanecerá perdida en las reproducciones que ahora millones de personas ven,
sin esencia?
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