Mother and Son
El poder de los hombres lo podemos encontrar en todo lo
que hacemos, pero cuando se muestra en el cariño de
un hijo hacia su madre moribunda, no hay más
que decir “gracias” por permitirnos ver que si hay una humanidad capaz de
responder por sí misma y para con los demás.
El mundo sirve como consuelo y como alegría, ya sea para la madre moribunda que promete encontrarse
con su hijo a quien le agradece el cariño y la ayuda brindada,
pero que también le desdicha por saber que no
ha podido crecer como se merece, con amigos con gente y en la compañía de una esposa e hijos.
Ante la inminente muerte, los paisajes sirven como
consuelo, como escucha, aquellos que son capaces de guardar el secreto por toda
la eternidad, cobijan y consuelan; sirven como la eterna compañía que cualquiera quisiera tener y que, sin embargo, no es
conveniente apoyarse en ellos en todo momento.
Una promesa que se cree posible de cumplir y un alivio
que surge, la madre yace muerta y el hijo adolorido, descansa en paz, ¿quién, el hijo o la madre?, ambos,
la madre por saberse ya con Dios y sin dolor que la lleve a la desesperación de depender de su propio hijo; el hijo por la
tranquilidad de que su madre está tranquila, que él podrá ya vivir su propia vida y que
no debe de depender de nadie, empezar de nuevo, de nada, para algo, su fin es
su propio fin.
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