El retrato
Expo: “Vaticano, de San Pedro a
Francisco”
Nuestro texto de hoy trata sobre el cambio
que ha experimentado el retrato a lo largo de los años. Dicho tema nos pareció
curioso de investigar tras haber ido a la exposición actual en el colegio
Antiguo de San Idelfonso: “Vaticano, de San Pedro a Francisco”, preguntándonos:
¿qué relación podría tener con algún tema de arte contemporáneo? La exposición
nos muestra muchos objetos litúrgicos, esculturas y muchas pinturas, entre
ellas algunas representaciones de diferentes figuras eclesiásticas. Dichas
obras, entre ellas los retratos, tienen una gran cantidad de carga simbólica y
cierto aire de poder.
Es importante comprender que antes de
que existiera la fotografía, el retrato era la representación mas fiel de la
realidad del rostro. Aunque claro que en
ciertas épocas se realizaron retratos más idealizados que otros. Aun así, el retrato fue casi imprescindible en
la sociedad, buscando explicar, expresar y representar la identidad de un
individuo o conjunto de individuos desde diferentes planteamientos.
Podríamos partir de los orígenes del
retrato; desde la prehistoria, Egipto, Grecia, Roma, etc., pero nuestro
interés, ligado a la exposición antes mencionada y al arte contemporáneo, nos
coloca en los comienzos del cristianismo. Se había iniciado un largo periodo de
rechazo al retrato por considerarse una manifestación de la vanidad del ser
humano y porque implicaba el riesgo de la adoración a una imagen. Aunque sólo
la alta jerarquía civil: reyes y emperadores; y religiosa: papas y obispos,
seguían manteniendo retratos, aunque, con parecidos dudosos.
A partir del siglo XVI, los retratos
cobran mayor importancia. Podrían servir a modo de regalo, documentar el
abolengo familiar, establecer relaciones matrimoniales o, simplemente,
convertirse en un motivo de orgullo personal para el retratado. Se llegan a
agrupar en galerías de retratos, tanto para intentar recoger el historial de
una familia, como para mostrar las colecciones como símbolo de poder social. En
esta época aparecen los marchantes de arte y los galeristas, que además de
favorecer el mercado del arte, entendido desde piezas arqueológicas de la
antigüedad a las más avanzadas manifestaciones pictóricas, y en especial del
retrato, protegen a los pintores de problemas que les facilitan su mecenazgo.
Posteriormente, Velázquez comienza un
tipo de retrato cada vez más impresionista, reduciendo al mínimo los trazos y
creando la sensación de detalle en encajes, cabellos y bordados con pinceladas fluidas
y cargadas de materia. Ejemplo: Diego Velázquez (Sevilla 1599-1660), retrato de
Inocencio X, 1650. Oleo sobre lienzo. Galería Doria Pamphili, Roma.
En el siglo XIX hubo una enorme
producción de retratos, debido a que los burgueses aspiraban a los privilegios
de la realeza y nobleza y, por tanto, pretendían ser igualmente inmortalizados.
Sin embargo, el impresionismo dejó de atender a los valores psicológicos del
retrato, la fotografía sustituyó en parte la capacidad de inmortalizar de la
pintura y las nuevas tendencias convertirán el retrato figurativo en líneas y
colores, alejados de la propia representación del ser humano. Goya En España e
Ingres en Francia, fueron capaces de plantear retratos de profunda carga psicológica.
Los postimpresionistas como Cézanne,
Gauguin, Van Gogh, llevan al extremo la concepción del retrato. En pleno siglo
XX, con la libertad casi absoluta de los artistas, dejan atrás las condiciones
artísticas desde el punto de vista religioso, político o social. Para Picasso,
la figura humana no era más que el soporte para una especulación y
experimentación plástica. Los críticos han dicho que en las vanguardias ya no
es verdaderamente posible hablar del retrato. Robert Rosemblum dice lo siguiente
al respecto: “El retrato parecía recular
hacia un pasado hacia mucho revolucionado, constituyendo un género evocador
para ricos y vanos mecenas, así como propio de artistas que habían elegido la
vía comercial en vez de la virtud estética”.[1]
Y es que verdaderamente el arte sufre un
cambio radical, ¿Cómo se vería una obra de la representación de un Papa alado
de la obra de: “la raya verde” de Matisse?. En el fauvismo los personajes son
representados por figuras carentes de cualquier ilusión de profundidad o
volumen, en superficies planas, prescindiendo de claroscuro y delimitadas por
gruesas líneas. Y así, cada vanguardia tiene su propio estilo que se refleja en
los retratos. Para adentrarse más al tema, recomiendo la tesis doctoral de
Javier Palacios Rodríguez, titulada: “El género del retrato más allá de la
captación de la identidad. Representaciones del rostro en la pintura contemporánea:
antecedentes y contexto actual”. Dejo el link para su descarga: https://riunet.upv.es/handle/10251/62165
La exposición del Vaticano, sin duda,
contiene una gran cantidad de obras dignas de admirar. Pero confesamos que,
tras adentrarnos en el estudio del arte contemporáneo, sentimos cierta carencia
de provocación por parte de las obras vistas. Sentimos que fue un viaje a un
pasado remoto, donde era más importante conocer sobre la historia de los
personajes representados, que experimentar algún tipo de sentimiento en
nosotros mismos.
Diego Velázquez (Sevilla 1599-1660), retrato de Inocencio X, 1650. Oleo
sobre lienzo. Galería Doria Pamphili, Roma
Henri Matisse – “La raya verde” (1905, óleo sobre lienzo, 42 x 32 cm, Museo Nacional de Arte, Copenhague)
[1] Palacios Rodríguez, J. (2016). El género del retrato más allá de la
captación de la identidad. Representaciones del rostro en la pintura
contemporánea: antecedentes y contexto actual [Tesis doctoral no publicada].
Universitat Politècnica de València. doi:10.4995/Thesis/10251/62165.
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