KANDINSKY, MOSCÚ I: LA VISIÓN ESPIRITUAL DEL ARTE

Blog, Entrada # 1
Gabriela Monroy Yurrieta
Estética y Apreciación del Arte
Kandinsky
KANDINSKY, MOSCÚ I: LA VISIÓN ESPIRITUAL DEL ARTE

En el libro de Vivian Endicott, editado por el Guggenheim Museum Publications en 2009 y que tiene por título Kandinsky, encontré una de las obras pictóricas de este artista que más han llamado mi atención: Moscú i.
     Esto me llevó a recordar que la abstracción, como un estilo posmoderno, que vio sus bases establecidas por Wassily Kandinsky. Así, El Arte Abstracto es aquél que excluye a la figuración, es decir, en él no tienen lugar los espacios, las personas, los objetos y los paisajes reales, predominando las formas, los colores y las líneas que conformar un lenguaje visual absolutamente independiente, así como una realidad diferente. Kandinsky fue uno de los artistas más influyentes de su generación, Como uno de los primeros exploradores de los principios de la abstracción no representacional o pura, puede considerársele uno de los pintores que sembró la semilla del expresionismo abstracto”[1] ,  escuela de pintura dominante desde la Segunda Guerra Mundial.
        Asimismo, podemos decir que dos acontecimientos determinaron la vida artística de Kandinsky: una representación de la ópera romántica de Richard Wagner Lohengrin y la otra, el impacto que le produjo el cuadro Montón de Heno de Claude Monet, en una exposición impresionista en Moscú.   Si el primero marca la vinculación de la pintura con la música, el segundo supone el futuro de una pintura no figurativa, ya que lo que impresionó al artista fue, precisamente, que no pudo reconocer el tema del cuadro y, a pesar de todo, lo cautivó, lo que implicaba que había un lenguaje que va más allá de los colores y las imágenes, el del espíritu.
     Kandinsky se dio cuenta, no sólo de manera hipotética sino real, de la estrecha relación entre sonidos y colores, entre música y pintura, unidas por un hilo invisible, el espíritu, que marca esa correspondencia secreta entre estas dos artes y que constituye la piedra angular de sus teorías artísticas y el punto de partida de su pintura abstracta.
     Por lo que Kandinsky ya no trata de pintar imágenes del mundo exterior sino acontecimientos de carácter espiritual.  El motivo se ha transformado en una experiencia interior, independiente, objetiva y puramente pictórica, donde las formas abstractas, libres de apariencias reconocibles y significados específicos, se organizan en un espacio, el lienzo.
     De esta manera las referencias a la realidad en la pintura Moscú I de Kandinsky desaparecen para dejar espacio al reflejo del interior, a los sentimientos y emociones, al espíritu, ya que, en 1916, Kandinsky conoce a Nina de Andreewsky, hija de un general, con la que se casaría en febrero de 1917, lo que llenó su vida de entusiasmo tras pasar un período lleno de sucesos de todo tipo, tanto a nivel sentimental como artístico.  Pleno de emoción escribió una carta a Gabrielle Münter: “Siento como si mi antiguo sueño estuviera más cerca de la realidad.  Ya sabes que mi sueño era pintar un gran cuadro cuyo sentido fuera la alegría, la felicidad de la vida o del universo.  De pronto siento la armonía de los colores y las formas, que son del mundo de la alegría”[2]. Cuando Kandinsky escribió esta carta se refería a la obra Moscú I y Nina ya había entrado en su vida. Es así como este cuadro, uno de los más bellos de este periodo, muestra sus sentimientos de alegría y felicidad que le provocaba el amor por esta mujer y su regreso a Moscú.
         En la obra Moscú I aparece, prácticamente al centro, una pareja en un lugar elevado y, a partir de ahí, la composición sigue un orden espiral en el que el paisaje se desplaza por bloques en los que se puede apreciar elementos de la Ciudad  de Moscú como son templos con sus cúpulas bulbosas, edificios institucionales, parques, puentes, viviendas, chimeneas, formas fragmentadas de la época de la Primera Guerra Mundial, el Kremlin, un cementerio, el cielo, el sol, nubes, rayos de luz, aves, una figura ovoide, algunos símbolos,  íconos.  Hay un camino cerca del lugar donde se encuentra la pareja y, justo debajo de ésta, una reja.
     Parece que Kandinsky quiere hacer referencia a todas las esferas de la vida de Moscú, los aspectos religiosos y mundanos, la muerte y la fe en la existencia, también el amor, ya que es en esta etapa que conoce y se enamora de Nina de Andreewsky, por lo que predominan los temas optimistas llenos de esperanza, lo que se puede observar tanto en los colores alegres como en la pareja, antes mencionada, enmarcada en una aureola.   Desde el punto de vista estético, dominan los colores cálidos y vivos, así como un escenario fantástico y semifigurativo.

En su libro Miradas Retrospectivas, Kandisky escribió: "Considero ese Moscú, a la vez interior y exterior; como el manantial de mis aspiraciones de artista, como mi diapasón de pintor" [3]
      En la obra Moscú I, la visión se logra en un suceso pictórico que hace una erupción de colores y figuras con un resplandor que capta la esencia de la ciudad. Es como un caleidoscopio, un panorama que irradia de la cima de la montaña, que aparece como imagen central, coronada por la pareja y, alrededor, torres, edificios y un conjunto de casas, iglesias con cúpulas de cebolla todo ello con el predominio del color azul en diferentes tonalidades.
      Lo anterior permite reflexionar sobre el arte y el vínculo existente con el interior, ya que a la obra de arte se le puede considerar como la expresión de la vida interior, del espíritu del hombre, llegando así a la abstracción y la interpretación mística de la naturaleza. Para Kandinsky el arte de una época determinada refleja la sociedad y los valores, pero la genuina obra de arte siempre se expresa desde una visión más elevada, que sabe decir su realidad interior y manifestarla al observador.


1916
Óleo sobre lienzo
51,3 x 40.5 cm
Galeria Estatal Tretyakov, Moscú

Endicott, Vivian. Kandinsky. New York, USA: Guggenheim Museum Publications, 2009.





[1] Alexandre Kójeve, Kandinsky, trad. por Cristina Buchheister, (Barcelona, España: Parsifal, 1990), p. 19.


[2] Vivian Endicott, Kandinsky, (New York, USA: Guggenheim Museum Publications, 2009), p.208.
[3]  Alexandre Kójeve, p. 186.

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