Con una cultura universitaria
y con un gusto artístico extraordinariamente refinado, Motherwell se distingue
del resto de sus compañeros de generación por la capacidad de conciliar el
impulso espontáneo del gesto con un sabio sentido de la medida. Sus obras dan
ese aspecto de sorpresa meditada a sus cuadros, en los que, hasta la pincelada
más libre y automática, fruto del puro impulso, fluye con elegancia. Al surgir
el tema de España en su obra, recordó el clima ideológico y emocional con que
se vivió internacionalmente la guerra civil española, donde estaba en juego la
supervivencia del ideario igualitario. De la influencia épica española se pasó
a la propiamente artística, respecto a la cual confesó su preferencia por
colores como el negro, el rojo o el blanco, que pueden ser considerados
típicamente españoles. Más adelante se refirió también a su atracción por la
poesía española de vanguardia, la de la generación de García Lorca y Alberti,
cuyo lenguaje consideraba más rico, aunque menos directo que el americano.
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