El arte en el romanticismo

El arte en el romanticismo

Durante el romanticismo, se tenía la concepción de que sólo se debía de dar juego a la libre interpretación de la imaginación para poder crear una obra de arte, eso era lo que permitía que se hiciera arte y no sólo algún tipo de canon que imperara sobre los demás en tanto que se imitara a la naturaleza, de hecho, imitarla no correspondía a un buen artista, lo que sí era parte de éste, era la necesidad de entender a la naturaleza, penetrarla y jugar con ella, dejarse fluir en el cuadro.

Dice Schelling que el arte ha dejado de ser sólo parte de la conciencia, mismo tema que ya Kant nos había informado, sin embargo, nos confirma y amplía la noción de que sólo gracias a que tenemos un estado consciente de la naturaleza y del arte es que podemos remitirnos a lo inconsciente, mismo que nos permite poder expresarnos de la mejor manera, al ser un libre juego, en el arte.


La naturaleza sólo sirve como punto de partida, pero no como la base ni como el medio, se puede regresar a ella, pero sólo como el fin, por lo que la tarea del artista queda en emular al espíritu de lo natural, compenetrándolo y superándolo para poder llegar así a algo bueno, nuevo y verdadero.

En la pintura, al ser algo que supera a la naturaleza, se debe de mostrar un arquetipo, un absoluto, y así como en la filosofía el absoluto son las verdades, en el arte es la belleza, una belleza que sólo se muestra a partir de que es un principio verdadero y necesario.

Lo absoluto debemos de entenderlo no como la idea, sino como lo único y universal que se encuentra en la nueva obra de arte y que permita dar cuenta de lo que en verdad se quiere representar.

Tras su infinitud absoluta y verdadera, Schlegel propone que la obra de arte
siempre va a quedar oscura, aunque su tarea sea la de dar a entender algo en general, no lo puede llegar a encerrar o al menos no al concepto que buscaría dar a entender y queda así abierta a la infinitud de entendimientos, a la absoluta comprensión desde sí misma y, parece ser, que sólo para sí misma; la poesía, logra dar a conocer a partir del lenguaje, mismo que no es parte de la naturaleza sino del espíritu humano –dice éste autor aunque yo no estaría tan de acuerdo ya que el hombre también tiene su parte natural y lo natural es a su vez lenguaje– por lo que en la poesía se forma lo ya formado y no ya algo nuevo.

Así, la poesía se configura como lo más alto a lo que puede aspirar el hombre, se configura desde él y sólo a partir de él para poder llegar a la re-formulación de aquellas configuraciones artísticas que se re-configuran cada vez que se dicen, se alejan de sí mismas para regresar a sí mismas, a aquel océano que contiene todas y cada una de las obras.

Finalmente, podemos llegar a Hegel, con quien sólo podemos dar cuenta de la estética a partir de una representación hecha a base de la simbólica que se encuentra presente en todas y cada una de las obras de arte; el símbolo es una expresión de sentido más amplio de que lo que en realidad se muestra, por lo tanto es también más universal.

El símbolo es también un signo que indica al sentido que se pretende describir, pero sólo cabe concebir que el símbolo se haga signo, ya que cuando sucede al revés, las significaciones no quedan totalmente abarcadas, el signo queda sólo como aparecido y el símbolo queda mal trecho.

Finalmente, el símbolo debe de abarcar a su signo y superarlo, contener en él mucho más significado que la propia expresión de signo para que pueda seguir conteniendo todas y cada una de las notas que lo hacen ser una obra de arte; el símbolo así configurado se ve como ambivalente en tanto que:

a)    La imagen se puede configurar como un símbolo o puede no hacerlo, pero sólo se queda en esa posibilidad.

b)    El símbolo sólo se puede explicar a partir del contexto en el cual se encuentra.


A mi parecer el arte del renacimiento se queda corto en su propia teoría, le falta aterrizar un poco sus nociones de absoluto y por lo tanto de simbolización, mismos que permitirían una mejor explicación a la obra de arte y no una sola necesidad de hablar de la obra de arte a partir de que el signo exprese correctamente su símbolo y por ende el significado que tiene.

Bibliografía
Arnaldo, Javier. Fragmentos para una teoría romántica del arte. Madrid: Tecnos, 1987.

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